jueves, 26 de febrero de 2009

A la pata coja

Esta semana me ha dado por ahí, por jugar a la pata coja y la verdad es que lo recordaba más divertido. Por culpa de una inflamación en nosequé parte del pie, que por tener un nombre un tanto extraño, fasctitis plantar, se puede pensar que es más una enfermedad ideológica o imaginaria que otra cosa. ¿A quién se le ocurrirán esos nombres?

Tres días con la pata en alto han servido para darnos cuenta que el moreno definitivamente no sabe cocinar ni siquiera unos perritos: fue capaz de chamuscar todos los panecillos, dejar las salchichas frías, ponerlo todo milimétricamente colocado sobre un plato pequeño y sorprenderse (incluso cabrearse)  porque le digo que eso no puede ponerse así. Hombres...

Los 40 metros cuadrados de nuestro casero (a partir de la semana que viene ex-casero) se encuentran llenos de cajas de cartón sin montar, que ofrecen a nuestro hogar un desagradable olor a almacén de imprenta con goteras.

Otto se indigna porque yo no le bajo (es de los pocos que todavía me adoran y miran con admiración cada vez que entro por la puerta) y como acto de rebeldía, va y no hace caca. Hala, como castigo. Quienes tengáis perros entenderéis lo desesperante que es bajar a un perrito y dar vueltas y vueltas y que el chucho... nada de nada. 

Espero que la semana que viene toque otro juego más divertido. 




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso pasa por los tacones vertiginosoooososososososossoooooos.
( Yo no tengo, ni siquiera se andar con ellos..)

Mejor es jugar a la pata coja que a "quién es el que más encorva la espalda en toda la redacción", que es al que juego yo.

:)


La morena.

Maldito Columpio dijo...

Siento lo de tu cojera.
Suerte con la mudanza!