martes, 27 de marzo de 2007

...en la calle le encontré.

Bueno, no fue así exactamente. Nuestros caminos se cruzaron una tarde en un lugar. Decidimos quedar, como quien queda por quedar, sin esperanzas de que fuera real. Las citas a ciegas son trepidantemente divertidas, curiosas y ¡peligrosas! La amenaza de un psicópata está presente mientras te diriges al lugar de encuentro. Tus amigas preparadas para llamarte a las dos horas y esperar oir la palabra que habeis decidido para saber si estás en peligro. La primera impresión... buena. La segunda... mejor. Las demás... Con ellas llega la ilusión. Por nada, por todo, porque sí. Ya no me acuerdo de cuál era la palabra de alerta. (¿Madagascar? ¿Trípoli?) Está muy bien hablar y hablar y hablar y hablar... Reirse. Compartir. Un mensaje en el móvil que te hace creer que eres especial, divina o normal (para no pedir demasiado). Y te ves sonriendo como una tonta. Poco a poco un desconocido se hace conocido. Poco a poco.

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