miércoles, 17 de marzo de 2010

Momento vintage

Esta semana he vivido dos días sin móvil: un día lo olvidé y otro se murió. Y tras reconocer que es complicado hoy en día estar "desconectada", también digo que tampoco es para tanto, e incluso que me gustó la experiencia. No sabía que estaba pasando en casa, donde estaba él solito, desamparado sin mi. Pero yo estaba también sola, desnuda, sin hablar con nadie... Rara. Y busqué dinero suelto en mis bolsillos y me percaté de las pocas cabinas que quedan ya en este mundo. Y en lo mal que huelen. Y en que es mejor no pensar quien ha cogido ese auricular antes que tú. Y de repente, te das cuenta que no tienes la agenda telefónica!!!! No tienes un icono que te guíe. Estás sola, tú y el pitido que sale del auricular. Y de repente... ¡tu memoria funciona! Y recuerdas los números básicos, los que aprendiste para emergencias. Y llamas. Y te das cuenta de lo útil que sería que en el móvil también empezará a avisarte de que te quedan 30 segundos para que se corte. Las facturas serían geniales!!!!
Con quien quedaste para comer y no has podido localizar para avisar de que no te avise si no puede venir porque no tienes móvil, confías en que aparezca a la hora convenida. Cuando tarda, imaginas el mensaje latente en el móvil que descansa en casa. Y maldices. Pero llega y se te pasa.
Cuando llegas a casa, corres a ver quien te ha llamado, cuántas millones de llamadas y mensajes habrás tenido. Y descubres que sólo tienes una llamada de tu padre y otra de tu madre, y un mensaje de publicidad. Y re-descubres que la vida antes no tenía móviles y que todos nos entendíamos, esperabamos a los amigos tardones y si nos daban plantón, les queríamos igual, porque no había forma de localizarte si no era en casa. Con esa agradable sensación de nostalgia me fui a la cama. A la mañana siguiente un extraño sarpullido en la oreja me hizo recordar que debo llevar el móvil SIEMPRE.

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