lunes, 5 de noviembre de 2007

Preguntas sin respuesta: ¿Por qué los hombres se quejan tanto?

De verdad que es una cosa que me tiene completamente fascinada. Os cuento.

Después de un mes y pico de convivencia con mi moreno puedo decir que, de momento, el término “compartir” las tareas no es una realidad y como era de esperar debemos usar más correctamente el término “ayudar”... si no...

... tengo algo mejor que hacer
... me duele algo
... estoy cansado
... tú lo haces mejor (esa me encanta)

Y que conste que no me estoy quejando. Eso es algo que algunas mujeres no sabemos lo que es. El experto en eso es mi moreno y por lo visto no es el único. Parece ser que los hombres se quejan más que las mujeres y por eso tienen menos problemas de nervios. ¡Lo que nos faltaba! En eso se nota que el mundo en general es machista porque si ellos se quejan es bueno. Hay que joderse.

En mi caso y en esta ocasión porque el tema lo pide, me quejo por vicio (o por salud según se mire) porque de momento, y porque aquí el morenazo acaba de dejar el abrigo de su mamma (otro capítulo aparte sería la de echar la culpa a esas madres de varones que les han hecho unos inútiles pasándonos la patata caliente a las nueras) estamos en la fase de la convivencia de “mira cariño esto se hace así... las sábanas no se cambian solas... si ves algo sucio lo limpias por favor...” todo un tono suave y melodioso, alejado de unas formas de mando y control que conseguirían el efecto contrario. Y de hecho, aún con palabras cándidas cargadas de paciencia, se rebelan y te sueltan cualquier bordería, sin ser conscientes de lo que ello conlleva: una bronca del ocho, media hora de miradas de odio por mi parte y ojitos de corderito por la suya. Y es que cuando no se lleva razón, no se lleva razón y punto. Y si te digo que hagas algo lo haces (eso solo lo digo aquí porque se que jamás lo podré decir hasta que tenga hijos claro y no me importe que me tengan manía).

Él lo intenta. Lo que pasa es que está muy mal acostumbrado. Nada más. Y su técnica es la de quejarse. Este fin de semana ha estado malo. Y por supuesto, se queja preposicionalmente: antes, durante y mediante. No ha hecho nada salvo estar jugando a la consola (lo entiendo, estaba malo y no soy una bruja), pero... la semana pasada yo también estuve mala y... cambié las sábanas, puse dos lavadoras, limpie el baño y la cocina y cocine para lo dos. ¿No hay algo que os choca, aparte de que soy boba? A mi personalmente es que lo de quedarme sentada con un ay ay qué malita estoy no me va por la hipocondría heredada: si estoy tan mal, es que debo estar muy mal y entonces me preocupo mucho porque me creo que me voy a morir. Y eso no mola nada.

Vale, vale... cada uno esta malo a su manera... pero en iguales circunstancias él siempre se queja más. Esta mañana sin ir mas lejos: esta madrugada a las 4 abrí el ojo y no hubo forma de cerrarlo hasta las 7, justo cuando sonaba el despertador del moreno. Al irse a despedir y comentarle yo lo mal que había dormido, él rápidamente cual anciana me dijo que él también. Yo haciendo un alarde, le dije que no tan mal como yo puesto que llevaba desde las cuatro despierta. A lo que él se atrevió a decir que él también lo estaba. ¡Ja! Él a las cuatro, a las cinco y a las seis dormía cual ceporro.
Pues adivinad quién está más cansado, no puede con su alma y en cuanto llegue, se acuesta.

A mi me empieza a entrar hipocondría reflejada y empiezo a pensar que le pasa algo chungo, pero eso sí, él el médico... ni pisarlo. Y eso que sería un caso la mar de curioso ya que siempre está cansado salvo para meterse una hora en el gimnasio y levantar pesas de 100 kilos. Yo si fuera él me lo haría mirar, la verdad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Escucha la voz de la experiencia:

LA TÁCTICA:

- TU te lavas TU ropa.
- TU de haces TU comida.
- TU te compras TU ropa y tu comida.
- Cuando no te escucha se te quitan las ganas de sexo por una semana :).

Rubia dijo...

Gracias Carlos, pero no es una buena forma... porque tal y como es... ¡es capaz de volver a casa con su madre!

Pero se está esforzando, lo reconozco. Le cuesta eso sí. Mientras lo haga aunque refunfuñando... me basta.