Alguien puede pensar que la despensa en esa habitación pegada a la cocina donde, en estanterías perfectamente situadas, reposan conservas y mermeladas recien hechas. En nuestro caso, como en el de tantos otros, se trata de un armario de la cocina, del que sólo son accesibles apra mi escasa estatura los dos primeros estantes. De los otros dos se encarga el moreno de suministrarme. Y así estaba.
Ayer con paciencia, boli y papel decidí hacer inventario. El resultado: sorprendente.
Hace unos meses el moreno me regañó porque en mi neura de abastecimiento siempre que voy al supermercado traía tomate frito, hiciera o no hiciera falta, con el miedo paranóico de que se termina o no tuviera cuando me hiciera falta. Desde entonces, y confiscándome todos los tarros, el moreno no me ha permitido incurrir en el delito tomatero.
Pero cual fue mi sorpresa al ver que el tomate no era mi única obsesión. Reconociendo mi incapacidad de controlar mis impulsos de abastecimiento, el hit parade de las conservas fueron:
- 11 latas de bonito en escabeche
- 9 de maiz en dulce
- 7 de pimientos de piquillo
Por supuesto tengo mi alegato de defensa preparado y es que con un armario de despensa tan cutre, lo ue está en las filas del fondo o en los estantes más altos, para mi es como si no existiera. Y yo voy por la vida creyendo que nos vamos a quedar sin atún. Y así no se puede vivir tranquila.
Mi madre que es muy práctica y una cocinera nata, me sugirió unos pimientos rellenos de atún y maiz. Ahora sabemos como le surgieron a Ferrán Adría sus primeras ideas.
Por otro lado, encontré cosas que creí que no tenía o había olvidado que estaban ahí escondidas en lo más hondo y que no viene mal recordar que las tienes para así poder usarlas.